Con una palita azul hicimos un pozo en la arena y ahí se sambulló como sin querer el agua clara, se puso saladita como la sopa y toda vestida de peces y toda revuelta y pura armó un maremoto, los pescadores se ataron al muelle con sus tansas temblando de risa y por la suavidad de esa caricia mojada se ablandaron hasta las rocas más duras.
Y se lavaron las heridas que ahora son zurcos en la tierra para plantar futuras semillas.